Autor: Hans Christian Andersen
Temática: General
Descripción: H A N S C H R I S T I A N A N D E R S E N 6 “Me acostaré ahí arriba -dijo Claus el Pequeño-. Será un lecho magnífico, y ojalá que esa cigüeña que tiene su nido en el tejado de la casa no se baje a picarme las piernas”. Así, pues, Claus el Pequeño se trepó al techo del cobertizo. Mientras se revolvía para ponerse cómodo, observó que los postigos de madera no llegaban hasta el borde superior de las ventanas, sino que dejaban un espacio libre que permitía ver el interior de la habitación. Y vio una amplia mesa servida con vino, asado y un pescado espléndido. Sentados a la mesa estaban la mujer del granjero y el sepulturero del pueblo. Nadie más. La mujer estaba llenando el vaso del otro y sirviéndole abundante ración de pescado, que parecía ser el plato favorito del hombre. “Si pudiera alcanzar yo también un poco...” - pensó Claus el pequeño. Y estiró el cuello hacia la ventana; entonces vio también una hermosa y su- culenta torta. En realidad podía decirse que la pareja tenía un magnífico festín por delante. En ese momento se oyeron los cascos de un ca- ballo que galopaba por el camino hacia la granja. El granjero regresaba a su casa.
Autor: Hans Christian Andersen
Temática: General
Descripción: H A N S C H R I S T I A N A N D E R S E N 6 Por último el huevo que tardaba en abrirse empezó a crujir. -Chip, chip -dijo el recién nacido, y salió del cascarón tambaleándose. ¡Qué grandote y qué feo era! La pata lo miró con disgusto. “Para pato es de un tamaño monstruoso -dijo-. ¿Será acaso un pichón de pavo? Bueno, no tardaremos mucho en saberlo. Al agua irá, aunque tenga yo misma que arrojarlo de un puntapié”. El día siguiente amaneció espléndido; mamá pata se fue a la orilla, y se zampó en el agua. “¡Cuac, cuac!” chilló, y uno tras otro los patitos se zam- bulleron detrás de ella. El agua los cubrió hasta la cabeza, pero ellos volvieron a salir a flote y se sos- tuvieron perfectamente. Las patas se les movieron solas... y ya estaba. Hasta aquel grandote, gris y feo nadó también con ellos. -“No; no es un pavo” -reflexionó la pata-. Hay que ver qué bien se maneja con las patas y qué dere- cho se sostiene. Es mi propio pollo, después de todo, y no tan mal parecido si se lo mira bien. ¡Cuac, cuac! Vengan conmigo ahora y los sacaré al mundo y los introduciré en el corral. Pero quédense bien cerca de mí, no sea que alguien vaya a pisarlos. ¡Y tengan cuidado con el gato!